El golf es, en esencia, un ejercicio de desapego. No hay rivales visibles, solo tú y tu capacidad de estar presente. En agosto, cuando el calor exige otro ritmo, muchos jugadores se están volcando hacia una forma más contemplativa de jugar.
Respiración consciente, pausas meditativas, caminatas silenciosas entre hoyos… el golf como espejo y maestro. Este enfoque no solo mejora el desempeño, también convierte la ronda en un ritual de conexión interior.
Jugar ya no es ganar. Es habitar el momento con elegancia.
